miércoles, 12 de noviembre de 2008

Malinche, el trece y la luna

El número trece es muy significativo.
Son trece las lunas de un año solar.
Trece menstruaciones.
Trece las casas del calendario sagrado de los mayas y mexicas.

Cada una de las casas la integran veinte dias y la suma de trece casas por los veinte días da un resultado de doscientos sesenta días.

Cuando uno nace, tanto el calendario solar de trescientos sesenta y cinco días como el sagrado, de doscientos sesenta días, dan inicio y no se vuelven a empatar hasta los cincuenta y dos años.

Un ciclo completo donde nuevamente se da inicio a la cuenta.

Si se suman el cinco y el dos, del número cincuenta y dos, se obtiene un siete, y siete también es un número mágico porque son siete los días que integran cada una de las cuatro fases de la luna.

Malinalli sabía que los siete primeros días, cuando la luna se encuentra entre la tierra y el sol, estaba oscura pues la luna nueva apenas se halla a punto de surgir, este es el momento de estar en silencio, para que todo aquello que está por nacer lo haga libremente, sin ninguna interferencia.

Es el mejor momento para “sentir” cuál debe ser el objetivo principal de la actividad que uno tiene que realizar en el siguiente ciclo lunar.

Es el nacimiento del propósito.


Los próximos siete días, cuando la luna sale al medio día y se pone a media noche, mostrando solo medio rostro, es el momento de avanzar en dichos propósitos.

Cuando la luna se encuentra al lado de la tierra y refleja plenamente los rayos del sol sobre toda su superficie, es el momento de celebrar y compartir los logros obtenidos.

Y los últimos siete días, cuando la luna muestra la otra mitad de su rostro, es el momento para recapitular sobre todo lo obtenido en esos veintiocho días.

Todas estas nociones del tiempo son las que acompañaban a cada ser humano del antiguo mundo desde el momento en que nacía.

Malinalli había nacido en la casa doce.

La fecha de nacimiento marca un destino y por eso Malinalli llevaba el nombre de la casa en la que había nacido.

El significado del doce es el de la resurrección.

Tomado del libro "Malinche" de Laura Esquivel, pags 48-49, Aguilar, Buenos Aires, 2006